sábado, 26 de septiembre de 2009

Federico García Lorca: Encuentro de tradiciones

Por Maritza Requena

Considerando que España tiene un pasado árabe y musulmán se puede establecer un vínculo retrospectivo entre lo español y lo árabe, vínculo que Lorca desarrolla en su algunos de sus poemas y también en algunas conferencias a través de la configuración de Andalucía como espacio mítico. Precisamente, ese mismo espacio es el que los poetas árabes contemporáneos –como Adonis[i] o Nizzar Kabbani[ii]‒ tienden a evocar.

Adonis, al igual que Lorca, concibe a al-Andalus como un espacio simbólico, en su caso recurre a este espacio y tiempo remotos para contrastarlo con la situación del mundo árabe actual, desintegrado y en crisis tras los acontecimientos de la creación del Estado de Israel y la derrota en la Guerra de los Seis Días. Justamente así lo plantea en su último libro Éste es mi nombre (2006), para Adonis el problema de la desintegración del mundo árabe se remonta a la época de los Reinos de Taifas, territorios independientes en los cuales quedó dividido al-Andalus tras la caída del califato de Córdoba, tal como lo manifiesta en Prólogo a la historia de los Reyes de Taifas dedicado al representante y líder del panarabismo: “Salud a Gamal Abdel-Náser, primer dirigente árabe moderno que se ha esforzado en acabar con la época de los reyes de taifas para inaugurar una nueva era.” Por su parte, Kabbani en “El último andalusí” comparte con Lorca el tratamiento de la temática andalusí como memoria histórica común entre árabes y españoles, en la que al-Andalus aparece en su doble dimensión: real objetiva y simbólica.

La obra poética de Federico García Lorca (1898-1936) realiza un rescate, por un lado, de lo romano o latino y, por otro, de lo árabe, lo cual tiene podría tener su origen en la diversidad cultural que conforma la identidad española. España es una tierra de culturas superpuestas, es el resultado de la mezcla de dos culturas: la árabe-islámica y la latina, cuna de la civilización occidental. Asimismo lo entiende García Lorca en su conferencia “Arquitectura del cante jondo”:

“Lo mismo que en la siguiriya y sus hijas se encuentran los elementos más viejos de Oriente, aunque mucho más ricos y complejos y de más calidad artística, lo mismo en muchos poemas que emplea el cante jondo se nota la afinidad con los cantos orientales más antiguos.
Verdad es que en el aire de Córdoba y Granada quedan gestos y líneas de Arabia remota, como es evidente que en el turbio palimpsesto del Albaicín surgen rasgos de extrañas ciudades perdidas en la arena.
Los mismos temas del sacrificio, del amor sin fin y el vino aparecen expresados con el mismo espíritu en raros poetas asiáticos. Claro es que esto puede ser influencia de nuestros poetas árabes y de la gran cultura arábigo-andaluza que pone su huella sobre toda la vieja cultura oriental y en el alma de todo el norte de África. Muchas de las gacelas de Hafiz, poeta nacional de Persia, son equivalentes a muchas de nuestras coplas más populares, como equivalen a toda la poesía madrigalesca de las escuelas árabes de Granada y Córdoba.” (Poesía completa II 41)

Sobre el tema del patrimonio del pasado árabe e islámico de España el arabista, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y reciente doctor honoris causa por la de Granada, Pedro Martínez Montávez en su artículo “¿Dónde ponemos al-Andalus?” señala lo siguiente:

“A partir de esa realidad indiscutible de la unidad y diversidad de España me permito, pues, plantear la pregunta que hasta ahora no nos hemos planteado cuando de Al Andalus, la Hispania árabe islámica, se trata, o no la hemos expuesto todavía con la claridad, la precisión y la rotundidad necesarias. Es ésta: ¿forma parte Al Andalus de la posible identidad colectiva española, o no forma parte de ella? Y seguidamente: ¿cuáles son los componentes, los datos, los argumentos que sustentan con plena garantía las respuestas correspondientes a tal pregunta, sean afirmativas o negativas?”

También en una entrevista Martínez Montávez se refiere a este tema, afirmando que “debemos concebir a Al-Andalus como un objeto común con los árabes”:

“-¿Se asimila la historia de Al-Andalus como perteneciente a la española o todavía no es muy considerado el pasado islámico?

-Creo que es una vieja polémica. En este país siempre hemos pasado de la morofobia a la mayor morofilia. Desgraciadamente, el español es extremista. No hay planteamientos racionales y seguimos instalados en la visceralidad. Hay múltiples libros de una gran carga documental y erudita, pero bien leídos y con la ayuda de la semántica interpretativa tienen un gran mensaje ideológico. Hay unos autores, de esos que escriben quince libros al año, que consideran que Al-Andalus no formó parte de nuestro pasado, cuando, nos guste o no, forma parte de nosotros y es parte de nuestra historia, manera de ser y cultura. Hay que hacer interpretaciones racionales de todo esto. Debemos concebir Al-Andalus como un objeto común con los árabes, y hay que compartirlo con ellos. Esto hay que verlo como una cuestión intelectual y no como forma de confrontación política. Nunca se ha celebrado una aproximación intelectual a Al-Andalus, un gran congreso donde fuera analizado como un objeto intelectual. También debemos aceptar que Al-Andalus es un objeto terminado en el tiempo, pero no en el imaginario árabe, y ahí vive y mucho, y cada vez más, y ese Al-Andalus aún no está estudiado.”

Considerando que los árabes se asentaron por ocho siglos en España (desde el 711 con la llegada de tribus bereberes guiadas por Tariq hasta la expulsión en 1492) y que dejaron un importantísimo legado tanto lingüístico como literario, no cabe duda que al-Andalus forma parte de la identidad hispánica. En Lorca, como en el ser español, se entrecruzan la tradición oriental y la occidental, así su fascinación por Granada y la condición mítica que le otorga a Andalucía manifiestan la estrecha relación que el poeta mantenía con lo árabe, representando, a su vez, un rasgo esencial de la identidad española en términos de los arabistas españoles contemporáneos. En efecto, en Romancero gitano dedica tres romances a cada uno de los núcleos andalusíes: Sevilla (“San Gabriel”), Córdoba (“San Rafael”) y Granada (“San Miguel”), ciudades representativas de la presencia arábigo-islámica en la península y donde se sitúan los poemas del cante jondo, al sur del Guadalquivir.

Lorca consigue realizar un profundo desentrañamiento de la compleja identidad española, reuniendo varios aspectos: el regionalismo, que se expresa en su exaltación de Andalucía y que se puede identificar en libros como Romancero gitano y Poema del cante jondo; el nacionalismo, entendido a partir de la definición de lo español en su conferencia “Ensayo o poema sobre el toro en España” ‒donde el poeta analiza una de las tradiciones más importantes de España‒, y también en las constantes alusiones a la fuerte religiosidad católica del pueblo español; la asimilación de otras culturas que conforman la identidad española, como la judía, gallega, vasca, catalana, en Seis poemas galegos, por ejemplo. Por otro lado, Lorca es mediterráneo y asimismo se abre hacia el cosmopolitismo con Poeta en Nueva York, donde denuncia los vicios de la modernidad y destaca valores universales como el amor.

Sobre el desarrollo del tema andaluz, Miguel García Posada en “La Andalucía lorquiana” ‒que sirve de prólogo al segundo volumen de Poesía completa‒ considera que:

“García Lorca ha sido el máximo intérprete poético de Andalucía (...)
La superioridad de la Andalucía lorquiana sobre las otras (la de Manuel Machado, por ejemplo) reside en su condición mítica, arquetípica, “lucha y drama del veneno de Oriente del andaluz con la geometría y el equilibrio que impone lo romano, lo bético”, según reza la conferencia del cante jondo. Como todo mito este espacio es transhistórico (...)
Este espacio mítico es romano –así la Córdoba del Romancero, la dignidad estoica del Amargo, la “Roma andaluza” que vería en la Sevilla de Ignacio–, sin que falten la nota mora (el “arcángel aljamiado”, “San Rafael”), ni judía (la Andalucía del romance de Thamar y Amnón, Judea andaluza como levantina es la Judea de Gabriel Miró).” (Poesía completa II 9-10)

De esta manera, se ha advertido que en su obra se funden, lo popular o folclórico (lo andaluz y gallego), lo antiguo o la tradición y lo nuevo o vanguardista, lo español y lo universal, pero no se ha destacado la confluencia entre lo latino y lo árabe e islámico. Al respecto resulta valioso analizar el “Ensayo o poema del toro en España”, donde Lorca advierte que uno de los rasgos esenciales de lo español es la tauromaquia, incluso, el autor señala que el país en el mapa tiene la forma de la piel de un toro extendida. Sobre el lugar en el cual se desarrolla la tradicional corrida de toros, actividad típicamente española, García Lorca plantea lo siguiente:

“La Fortis salmantina, torre de Salamanca que se asoma al espejo del Tormes, y la Giralda de Sevilla, enjaezada como una mula de feria, torre que se mira en el Guadalquivir, son los dos minaretes bajo los cuales se desarrolla la afición al toro de los españoles. (...)
Alrededor de estas dos torres insignes, teología la salmantina y canto la sevillana, se desarrolla en drama vivo esta apetencia, esta gana de toro de que os hablo (...) Entre las campanas de la torre salmantina, empapadas de cultura universitaria renacentista, y las campanas de Sevilla, plateadas de oriente medieval, hay un rosario de pechos heridos (...)” (Poesía completa II 186-187)



A partir de este texto se puede interpretar que lo propiamente español, representado por la afición al toro, se constituye como tal en medio de la tradición occidental y la oriental, cuyos símbolos respectivos son la Catedral vieja de Salamanca ‒construida entre los siglos XII y XIV, en estilo románico y gótico‒ y la Giralda de Sevilla, que corresponde al antiguo alminar de la mezquita almohade en el siglo XII, sobre la que se construyó la Catedral de Santa María. Esta torre está compuesta por varios cuerpos y es en sí misma una muestra de la confluencia de culturas existentes en la península Ibérica. Así Lorca se hace cargo de la memoria histórica española.


Una de las características de la poesía de García Lorca es la reactualización de la tradición literaria clásica, es decir, la recuperación de ciertos modelos que son adaptados con una visión propia. A esto habría que agregar la influencia de la tradición arábigo-andaluza y la tradición árabe clásica. Desde este punto de vista quisiera proponer que la obra poética lorquiana manifiesta el cruce entre Oriente y Occidente.

Así como la península Ibérica mantiene una filiación con la cultura árabe-islámica, el mundo árabe siente a al-Andalus como parte de su historia, por eso los poetas árabes contemporáneos, como Adonis y Nizar Kabbani, recurren a ella como motivo estético. Sobre la visión de al-Andalus en la poesía árabe contemporánea Martínez Montávez comenta en su artículo “Sobre realidad y símbolo de al-Andalus:

“Vengo estudiando y analizando, desde hace tiempo la presencia que alcanzan, y las funciones que cumplen, algunos motivos andalusíes en la literatura árabe contemporánea, hasta constituirse ya en auténticos tópicos, sin que en principio esta denominación esté empleada por mí con ninguna intención devaluadora o peyorativa. El tema me resulta ya relativamente conocido, y esa asiduidad en el trato me lleva a pensar que, esquemáticamente, el literato árabe actual recrea el motivo andalusí adaptándolo a dos propósitos o intenciones esenciales: o toma al-Andalus como ejemplo de grandeza y de orgullo nacional, de esplendor incomparable, y surge entonces la visión exultante y gozosa, o es, por el contrario, ejemplo de miseria y de vergüenza también nacional, reflejo asimismo incomparable de los más oscuros vicios colectivos, de las más ruines y destructivas pasiones, y surge entonces la visión afligida y dolorosa. Jamás será al-Andalus un motivo neutro; constituirá siempre, tanto en lo positivo como en lo negativo, tanto para la gloria como para la miseria, un formidable acicate emocional. (…) A lo largo de esos dos, vectores principales va discurriendo la dimensión simbólica y ejemplar de lo andalusí. Es evidente además, como he dicho, que se tratará casi siempre de manifestaciones profundamente cargadas de toques o connotaciones emocionales, y eso es asimismo lo que en sustancia las caracteriza y define.”

Para el mundo árabe al-Andalus representa un pasado glorioso, de gran esplendor, además adquiere una doble dimensión de realidad y símbolo que ha sido explorada por los poetas árabes contemporáneos y que también se despliega en la poesía de García Lorca. Por otro lado, el dolor por la pérdida de al-Andalus es una idea muy desarrollada por la poesía árabe contemporánea y representa un paraíso perdido, una posibilidad de escapar de la crisis y de la desesperanza en la que se encuentra el mundo árabe, así escritores comprometidos con la ideología panarabista, como Adonis y Kabbani, son los que con mayor fuerza han insistido en la relación simbólica entre al-Andalus y el mundo árabe contemporáneo.

García Lorca viene a ser, en el ámbito de la poesía española contemporánea, el punto de conexión entre la cultura árabe y España, tanto hacia atrás, es decir, en un pasado primitivo, como hacia adelante, es decir, en el presente, al hacer patente que la historia de al-Andalus es compartida entre españoles y árabes.

En la poesía de García Lorca se advierte la fusión entre lo oriental y lo occidental, entre la tradición árabe-islámica y la tradición latina y cristiana, así su poesía muestra la diversidad del pueblo español, alentando la concepción de una España hispanoárabe que tanto defienden los arabistas españoles actuales. En la obra de García Lorca Andalucía se configura como un tiempo y un lugar fundacional, mientras que, en el caso de los poetas árabes Adonis y Kabbani, representa un espacio ideal o una edad dorada, sin embargo, en todos ellos adquiere un carácter mítico. Esta relación define una identidad cultural común entre árabes y españoles, identidad que resulta evidente para el mundo árabe, pero que provoca controversia entre los habitantes de la península ibérica.


Fuentes citadas

Adonis: Prólogo a la historia de los Reyes de Taifas. En: Éste es mi nombre. Madrid: Alianza, 2006. Traducción del árabe, prólogo y notas de Federico Arbós.

García Lorca, Federico: Poesía completa I, II y III. Barcelona: Debolsillo, 2004. Edición y prólogo de Miguel García Posada.

Entrevista a Pedro Martínez Montávez en Ideal Digital, 16 de mayo de 2006.
http://www.ideal.es/granada/pg060516/prensa/noticias/Vivir/200605/16/ALM-SOC-041.html

Martínez Montávez, Pedro: “Sobre realidad y símbolo de al-Andalus.” Centro de Estudios Moriscos de Andalucía, 31 de julio del 2008.
http://www.alyamiah.com/cema/modules.php?name=News&file=article&sid=262

______________________: ¿Dónde ponemos al-Andalus?” Boletín electrónico Nº76, Julio 2008. http://www.islamyal-andalus.org/control/noticia.php?id=1224

­______________________: “Al-Andalus y Nizzar Kabbani: la tragedia.” Centro de Estudios Moriscos de Andalucía, 20 de mayo del 2008.
http://www.alyamiah.com/cema/modules.php?name=News&file=article&sid=525

[i] Seudónimo de Ali Ahmad Said (1930), quien además de poeta, es crítico literario, ensayista, traductor y dibujante. Nació en Siria el año 1930, pero en 1962 obtuvo la nacionalidad libanesa. En 1956 fundó en Beirut la revista Shír (Poesía). De su labor de crítica e investigación literaria destacan sus libros dedicados a la revisión de la tradición literaria árabe Antología de la poesía árabe, 3 vols. (1964), Introducción a la poesía árabe (1971) y Poesía y poética árabes (1997). Ha publicado varios libros de poemas, entre los que se encuentran: Primeros poemas (1957), Canciones de Mihyar el de Damasco (1961), Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche (1965), Epitafio para Nueva York (1971) y Éste es mi nombre (2006). Desde hace algunos años es considerado como uno de los candidatos a obtener el Premio Nobel de Literatura.

[ii] Nizar Kabbani (Damasco, 1923 - Londres, 1998) es uno de los máximos exponentes de la corriente del verso libre que a partir de 1947 contribuye a la renovación de la poesía árabe en cuanto abandona la qasida clásica. Estudia Derecho en Damasco y en 1945 ingresa al cuerpo diplomático, fue embajador de su país en El Cairo, Ankara, Londres, Pekín y Madrid. En 1944 publica su primer libro Me dijo la morena. Sus obras más importantes son: Apuntes en el cuaderno de la nueva derrota (1967), escrito tras la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días, hecho que marca un antes y un después en su carrera. (Dicho poema realiza una profunda autocrítica a los árabes sobre las causas que habrían llevado a la crisis del mundo árabe. Kabbani, hasta entonces poeta netamente amoroso, empieza a hacer una literatura más política.) Mi historia con la poesía (1971), de carácter autobiográfico; Diario de una ciudad que se llamaba Beirut (1978), homenaje a la ciudad devastada por la guerra del Líbano; ¿Qué es la poesía? (1981) y Poemas árabes de amor (1993). La experiencia del poeta y diplomático sirio Nizar Kabbani con al-Andalus se inicia con su viaje a España en 1955. El arabista español Pedro Martínez Montávez examina el desarrollo de la temática andalusí en Kabbani en su artículo “Al-Andalus y Nizzar Kabbani: la tragedia.”

jueves, 10 de septiembre de 2009

Emigración árabe en Chile: Identidad y escritura testimonial en Memorias de un emigrante de Benedicto Chuaqui

Monumento al Inmigrante en Santiago de Chile. Ubicado en Avenida Recoleta, entre Dardignac y Bellavista, Comuna de Recoleta, barrio Patronato. Obra del escultor chileno Enrique Villalobos Sandoval.

Por Maritza Requena

El objetivo del presente artículo es analizar la representación de la experiencia de la emigración árabe en Chile –considerando el viaje, la llegada y el proceso de integración a la sociedad chilena– en la narrativa de Benedicto Chuaqui[i] (1985-1970), escritor de origen sirio. Dicho tema está estrechamente vinculado con el problema de la identidad latinoamericana y el mestizaje o fusión de diversas culturas, por lo tanto, será necesario abordar la relación entre el acto de escritura y la formación de una identidad latinoamericana heterogénea. Se intentará plantear que la identidad se consolida a través de la situación de escritura de las memorias de un emigrante árabe que ha logrado instalarse en Chile, considerando las características de la memoria como género testimonial.

Literatura Árabe de Emigración

¿Qué factores influyeron en el masivo traslado que efectuaron algunos árabes a América durante los siglos XIX y XX? Principalmente, las condiciones sociopolíticas de la época, dada la situación de inestabilidad y desintegración en que se encontraba el Imperio Otomano y la intervención colonialista de las potencias europeas en sus territorios, además de las disputas de carácter religioso entre cristianos y musulmanes. Se suman a estas causas de expulsión poderosos factores de atracción, influyó en los inmigrantes la concepción de América como un lugar de prosperidad, es decir, la esperanza de que en territorio americano tendrían la oportunidad de mejorar su nivel de vida. Por otro lado, también resultó determinante el espíritu de aventura, especialmente en los pioneros, puesto que la partida fue producto de una iniciativa personal.

La corriente migratoria árabe se inicia aproximadamente en 1860 en América y en 1885 en Chile. La mayoría de los emigrantes eran hombres jóvenes y cristianos ortodoxos que provenían de Líbano, Siria y Palestina. El grupo más numeroso se estableció en Estados Unidos y el resto se distribuyó entre América Central y América del Sur, contribuyendo con ello a la formación culturalmente heterogénea de las naciones americanas.

Como consecuencia de la llegada de inmigrantes árabes a América, durante los siglos XIX y XX, se ha generado la literatura del mahyar (literalmente, “lugar de emigración o huida”), de esta manera, la escritura de los inmigrantes árabes instalados en América ha venido a constituir la denominada literatura mahyarí. Pedro Martínez Montávez señala que esta literatura se caracteriza por ser obra de autores expatriados y reflejar las circunstancias del emigrante, siendo sus principales motivos el sentimiento de desarraigo, la soledad debido a la partida, el recuerdo y la añoranza de la patria. En ella se expresa la condición escindida del emigrante, quien, por una parte, se identifica con la tierra de partida, pero, por otra, va adquiriendo de manera paulatina un sentimiento de pertenencia a la tierra de acogida.

Uno de los objetivos de esta literatura sería conectar a los chilenos, y yo agregaría a los latinoamericanos, con un origen o pasado ancestral arábigo a través de la experiencia del inmigrante como sujeto colectivo. Así lo plantea Rodrigo Cánovas:

“Estas escrituras consolidan un Yo individual de sesgo comunitario (provengo de tal lugar, mis ancestros son árabes, como los de mis paisanos), solo al precio de acomodarse y seducir a una segunda persona, la cual puede ser cercana (nietos, parientes, amigos), pero, sobre todo, bastante lejana con la experiencia de la inmigración árabes: los chilenos (...) Son ellos los que deben dar el pase a un origen remoto, los que deben grabarse una imagen en la memoria y hacer la conexión entre los turcos y una historia ancestral que ilumina sus existencias.” (Cánovas 155)

Memoria y testimonio

Considerando el título, esta novela publicada en 1942, se inscribe en la categoría de los denominados géneros referenciales, los cuales han sido definidos por Leonidas Morales como:

“Aquellos donde, al revés de lo que ocurre en los ficcionales como la novela, autor y sujeto de la enunciación (o “narrador”) coinciden: son el mismo. (...) En todos ellos el discurso opera, invariablemente, con un referente extratextual de diversa identidad: cultural, social, político, literario, artístico, biográfico, etc.” (Morales 11)

La memoria es un relato autobiográfico, escrito en retrospectiva, en el que una persona real narra acontecimientos relevantes en su vida, enmarcados en un contexto de orden social, político, cultural, etc. en los que ha participado o de los que ha sido testigo. Por este motivo los géneros referenciales adquieren la condición de documentos, es decir, constituyen fuentes de información para la reconstrucción de determinados momentos de la historia cultural.

Tanto en la primera parte de las Memorias –que corresponde a la niñez de Chuaqui en Homs, su aldea natal– como en la segunda, que se refiere a su vida de comerciante en Chile, se advierte como telón de fondo la situación política y social de Siria y Chile, respectivamente, a través de: la referencia a situaciones que forman parte del acontecer histórico (como la intervención de la potencias europeas en territorio otomano), las disputas entre musulmanes y cristianos, el proceso mismo de la emigración árabe a América, la revolución de los Jóvenes Turcos y la caída del régimen del Sultán Abdul Hamid, el terremoto de Valparaíso en 1906, entre otros acontecimientos. Chuaqui describe la vida cotidiana de una familia homsiense de la época, las costumbres, comidas típicas, bebidas, los ritos matrimoniales y fúnebres propios de la tierra de origen y luego repara en los hábitos y particularidades de la sociedad chilena. La novela tiene un marcado acento costumbrista en cuanto recrea al Chile del Centenario y el barrio santiaguino de San Pablo, Matucana y Estación Central.

Desde el punto de vista del sujeto, la escritura testimonial expresa no sólo experiencias individuales sino también colectivas, esto es, vivencias socialmente compartidas, abriendo el espacio de la escritura a un sujeto múltiple. De esta manera, Chuaqui se convierte en una voz representativa de aquellos árabes que llegaron a Chile en condición de inmigrantes durante el periodo que va desde 1885 hasta 1940 y que experimentaron situaciones similares a la suya durante el proceso de instalación: se desempeñaron como comerciantes, trabajando arduamente, y enfrentaron la discriminación y los prejuicios. Chuaqui es uno más de aquellos “turcos” inmigrantes que finalmente llegaron a sentirse profundamente arraigados a la patria que los acogió, desarrollando una doble identidad que los vincula tanto a la cultura ancestral árabe como a Chile, aquellos “turcos” que actualmente forman una importante colonia.

Estos géneros contienen una clara elaboración de un sujeto, puesto que el relato viene a constituirse en un medio que permite construir una vida, como señala Carlos Piña:

“Cuando alguien cuenta su vida, lo que tenemos entre manos es un discurso interpretativo –retazos de hechos dibujados por una perspectiva particular, selecciones y omisiones– y la construcción de una imagen, nunca la vida de esa persona. El relato de vida constituye en sí mismo, y en su totalidad, una interpretación, o mejor dicho, es un proceso en el cual fluyen un conjunto de interpretaciones.” (Narváez 31-32)

A través de la escritura el sujeto se re-construye como tal, lo cual implica un desdoblamiento del yo, quien se ve a sí mismo como en un espejo. En las Memorias el sujeto adulto recuerda su pasado, evocando su infancia en Homs, su venida a Chile y su inserción en la sociedad chilena, si bien este proceso implica una selección de episodios que al autor le interesa destacar. El discurso autobiográfico presenta la propia vida dotada de sentido, se trata entonces de una construcción a posteriori, en la que el sujeto elabora, a través de la escritura, una imagen para ser proyectada, así la identidad se define en la situación biográfica. Concretamente es con la escritura en español que el autor reafirma su identidad y pertenencia a una realidad distinta.

Identidad e integración

El objetivo de su escritura es recuperar el pasado árabe y, al mismo tiempo, contrarrestar la visión negativa que se tenía del árabe inmigrante, destacando valores positivos como el esfuerzo permanente por lograr asentarse en Chile. Una de las dificultades que tuvieron que enfrentar los árabes inmigrantes fue la denominada “turcofobia”, esto es, el sentimiento de rechazo hacia el extranjero de origen árabe y su desvalorización. Según Cánovas, Chuaqui habría desarrollado su vocación literaria para enfrentar esta situación y poder obtener la aceptación y el reconocimiento de la sociedad chilena.

“El deseo de reconocimiento se cristaliza aquí en convertirse en hombre de letras, alguien que maneje dos lenguas, pudiendo mediar tanto al interior de su comunidad de inmigrantes como entre dos culturas. Su vocación letrada le hace emprender tareas titánicas en su adolescencia: por ejemplo, tuvo la pretensión de componer un diccionario árabe-español, alcanzando a traducir un puñado de palabras; pero más adelante tradujo una novela árabe, pagó su publicación; fue asiduo suscriptor de revistas del Próximo Oriente y de periódicos de la colectividad editados en países vecinos, fue columnista para diarios paisanos de Buenos Aires y dueño de una imprenta y director de un periódico local bilingüe. No olvidemos que finalmente es autor de su vida, la cual leemos, situándose en los anales de las letras chilenas.” (Cánovas 60)

Efectivamente, desde su infancia en Homs, Chuaqui manifiesta interés por las letras, señala que tras aprender a leer su mayor placer fue la lectura, pues acostumbraba comprar “aquellos romances que tanto lo deleitaban” e incluso, durante las veladas, se los leía en voz alta a sus padres y a las visitas. De su familia era el único que sabía redactar cartas, por lo cual era él quien le escribía, a nombre de su abuela o de su madre, al tío Kamel, que ya se encontraba en América. Ya en Chile se suscribe a revistas del Próximo Oriente y a periódicos de la colectividad editados en países vecinos, se desempeña como columnista para diarios paisanos de Buenos Aires y llega a ser dueño de una imprenta y director de un periódico local bilingüe.

Es mediante la escritura que Benedicto Chuaqui expresa su integración a la sociedad chilena, asumiendo también –como escritor pionero en incorporar en la novela chilena el tema de la emigración árabe a América– la voz capaz de representar a los emigrantes árabes en Chile.

Conclusiones

Memorias de un emigrante tiene un carácter fundacional, puesto que es la primera novela que incorpora el tema de la emigración árabe en la narrativa hispanoamericana y, como tal, utiliza una forma referencial como la memoria para establecer que lo árabe también confluye en la construcción de lo americano. En este sentido, en Memorias de un emigrante es posible identificar el propósito de contribuir a la formación de la identidad hispanoamericana en general y chilena en particular, al señalar el componente cultural árabe como parte integrante de nuestra sociedad.

Considerando que en América “el modelo de escritura testimonial es fundamento en la construcción del discurso de identidad” (Narváez 20), el autor utiliza uno de los géneros referenciales asociados a la fundación de la literatura hispanoamericana para contribuir en la formación de la identidad y de la literatura tanto en Chile como en Hispanoamérica. Al respecto es central el planteamiento de Jorge Narváez: “El discurso literario latinoamericano se encuentra asentado en su “americanidad” en un modelo de escritura documental” (Nárvaez 10). Esta idea supone que la literatura que hoy llamamos hispanoamericana es de marcado acento referencial desde su fundación (considerando la Crónica de Indias, el Diario de Colón, la Carta de Pedro de Valdivia, etc.) y que el discurso documental latinoamericano es expresión de la construcción de su identidad.

El problema de la identidad en Memorias de un emigrante se resuelve con la aceptación de las costumbres chilenas y la completa integración a la sociedad, logrando la conciliación entre el sentimiento de pertenencia a Chile y la recuperación del origen árabe. A través del género de la memoria el autor se propone instalar lo arábigo como un componente más de la heterogeneidad cultural que caracteriza al ser hispanoamericano. La construcción de la identidad se lleva a cabo mediante un proceso escritural, en el cual ésta se fija mediante la transcripción de los recuerdos bajo la forma genérica de la memoria. Chuaqui obtiene la consolidación de su identidad, primero, en la adquisición de la lengua del país de acogida y el dominio de las lenguas árabe y española, y luego, en la situación de escritura de sus memorias.

Es posible advertir la intención de inscribir la experiencia de la conservación y pérdida paulatina de las costumbres y tradiciones árabes –derivada del proceso de asimilación de otra cultura– en la literatura latinoamericana. Para obtener reconocimiento y trascendencia, la narración adopta la forma de testimonio. En definitiva, se escribe para ser aceptado, para ser integrado a la tradición literaria chilena e hispanoamericana.


Fuentes Citadas

Cánovas, Rodrigo: “Voces inmigrantes en los confines del mundo: de los árabes.” Anales de Literatura Chilena. Año 7, Diciembre 2006, N° 7, pp.153-170. http://www.uc.cl/letras/plano/html/pdf_revistas/anales/a7_10.pdf

Chuaqui, Benedicto: Memorias de un emigrante. Santiago de Chile: Nascimento, 1957.

Martínez Montávez, Pedro: “Literatura del Mahyar”. Introducción a la literatura árabe moderna. Madrid: Almenara, 1974.

Morales, Leonidas: La escritura de al lado. Géneros referenciales. Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2001.

Narváez, Jorge (editor): La invención de la memoria. (Actas). Santiago de Chile: Pehuén, 1988. “Prólogo”. “El estatuto de los textos documentales en América Latina.”

Piña, Carlos: “Verdad y objetividad en el relato autobiográfico.” En: Narváez, Jorge (editor): La invención de la memoria. (Actas). Santiago de Chile: Pehuén, 1988.

Fuentes Consultadas

Agar, Lorenzo: El mundo árabe y América Latina. Madrid: Libertarias/Prodhufi, 1997.

Olguín, Myriam y Peña, Patricia: La inmigración árabe en Chile. Santiago de Chile: Instituto Chileno-Árabe de Cultura, 1990.

Samamé, María Olga: “Transculturación, identidad y alteridad en novelas de la inmigración árabe hacia Chile.” Revista Signos N° 53, volumen XXXVI, primer semestre 2003. http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-09342003005300004&lng=es&nrm=iso&tlng=es

­­­­­­­­_________________: “Presencia árabe en la literatura hispanoamericana: el caso de Chile.” http://publicaciones.casaarabe-ieam.es/textos_de_casa_arabe/20080609samame_ES.pdf

_________________: “Producción literaria de los descendientes árabes en Chile y en las Américas.”

jueves, 3 de septiembre de 2009

Visiones de al-Andalus: Entre el esplendor árabe medieval y el exotismo romántico


Por Maritza Requena

Considerando que la realidad es siempre representada a través de imágenes o visiones se puede afirmar que, tanto la Edad Media como el Oriente islámico, han sido producidos discursivamente. La imagen tradicional que se tiene de al-Andalus corresponde a un tiempo y un espacio determinados: la Edad Media islámica y la Península Ibérica, respectivamente. De manera que al-Andalus viene a ser un espacio imaginario que se ha ido construyendo a lo largo de la historia a partir de una gran variedad de textos y representaciones pictóricas, derivándose de ello la existencia de distintas perspectivas para concebir el pasado andalusí, por ejemplo, ha sido fijado por la comunidad árabe como el mito del paraíso perdido, también como una Edad de oro, tópicos revitalizados en la poesía árabe contemporánea por Adonis y Nizzar Kabbani. Por el contrario, Serafín Fanjul ha llegado a plantear la destrucción del mito de la convivencia entre las culturas árabe, cristiana y judía planteada. En general, para los árabes, al-Andalus es siempre un pasado glorioso del Islam, mientras que la visión de al-Andalus, creada por el Romanticismo europeo, aparece cargada de exotismo y de nostalgia.

¿Cómo se concibe al-Andalus en la poesía de Ibn Zaydún en comparación con la visión de las obras románticas de Washington Irving y Chateaubriand? Para responder a esta interrogante se problematizará la configuración de una imagen particular de la España musulmana, establecida en los Cuentos de la Alhambra (1832) de Irving y El último Abencerraje (1826) de Chateaubriand, relatos surgidos a partir de la experiencia del viaje.

Orientalismo y Medievalismo

«Medievalismo» y «orientalismo» designan la forma en que la Edad Media y Oriente han sido representados por la literatura.

El concepto de orientalismo, instalado por Edward Said, nos permite especificar la mirada del siglo XIX sobre el pasado andalusí, en la medida en que el autor analiza cómo las construcciones imaginarias se fijan en la escritura. De acuerdo a su planteamiento, el proceso de construcción del «otro» se basa en el enfrentamiento entre la identidad y la alteridad, esto es, entre lo familiar y lo extraño, dicho proceso se realiza de manera textual o discursiva: “el orientalismo es, después de todo, un sistema constituido por citas de obras y autores” (Said 44). Orientalismo constituye, para Said, un discurso propio de la relación entre oriente y occidente, la cual es siempre una relación de poder y dominación, de manera que oriente ha sido inventado por un sistema de ideas occidental.

Del mismo modo que la cultura europea ha formado una imagen de lo oriental, reduciéndolo a categorías fijas, el medievalismo, es decir, el conjunto de disciplinas cuyo objeto de estudio es la Edad Media, ha instalado dos visiones de este periodo de la historia que se mantienen en las mentalidades de la actualidad. En una recopilación de entrevistas Jaques Le Goff habla de una Edad Media «negra», oscurantista, lúgubre, y una Edad Media, «dorada», esto es, idealizada, estilizada, que, en definitiva, se limita a invertir, la versión negra. Estos clichés proceden de los siglos XVI y XIX, respectivamente. Para el Renacimiento el medioevo es esencialmente premoderno, mientras que el Romanticismo elogia el gótico, considerando que éste es el «tiempo de las catedrales».

La recuperación de la Edad Media durante el siglo XIX es una manifestación de la búsqueda romántica de lo extraño, asimismo se puede entender el proceso de representación del mundo oriental. El pasado medieval, entonces, deviene en una construcción imaginaria, una invención, en la que, desde un presente se re-crea o re-construye el pasado, tal como occidente ha definido oriente.

La visión nostálgica de Ibn Zaydún

Ibn Zaydún nació en Córdoba el año 1003 y murió en Sevilla el año 1070. Pasó la mayor parte de su vida exiliado de su propia ciudad. Su poesía está profundamente marcada por las circunstancias históricas de la época, específicamente por la situación de decadencia del Califato omeya de Córdoba durante el siglo XI. El poeta cordobés nació justamente un año después de la muerte de Almanzor, quien había asumido la administración del Califato en el 976. El califato español encontró su punto cúlmine con su gobierno, bajo su poder la España musulmana alcanzó su máximo desarrollo hasta que, finalmente, en el año 1031 se produce la fragmentación del Califato de Córdoba, quedando al-Andalus dividido en una serie de pequeños reinos independientes.

A partir de la experiencia del destierro, de la caída del Califato y la instauración de los reinos de taifas, Ibn Zaydún desarrolla en sus Casidas el motivo de la nostalgia, en ellas, también está presente el tópico de la Edad de oro, puesto que el poeta se refiere a al-Andalus como una época y un lugar perfecto, el cual es permanentemente añorado. Sus poemas constituyen una verdadera elegía de la patria perdida. En su poesía abundan los lamentos por el lugar perdido de su origen, unidos al dolor por la juventud pasada, en “Arruzafa/la Rusafa” evoca la ciudad y su juventud:

“(...)
aún en Arruzafa brotan muchas flores muy sonrientes
en sus almunias tan regadas por las nubes abundantes;
¡cuán hermosos jardines de diversión que en su sombra
todavía nos escancian vino de locura los obsequiantes!
Tiempo aquel en el que eran muy verdes todos los arriates
de la vida, y las aguas del buen gozo eran muy abundantes;
si lejos de mí sus horas se han marchado, brasas ardientes
es lo que siento ahora por mis maltrechos huesos dolientes;
de mis días pasados siempre me acuerdo apenado, lágrimas
me brotan, como se desatan de súbito unas perlas tan brillantes;
asimismo extraño, echo de menos aquellas ilustres gentes
(...)
por todo ello, siempre ruego y rezo por mi anhelada Córdoba,
que el cielo la riegue con lluvias tan suaves como suficientes;
Córdoba es patria amada que nos ha enriquecido con deleites
(...)” (98-100)


En este poema la añoranza por la ciudad de Córdoba se manifiesta en el recuerdo de sus jardines y su gente. En “Córdoba lozana” se suman al recuerdo los aromas: “Aspiro la fragancia que me llega de mi ciudad / y me hace recordar la juventud y la amistad”. Aludiendo a su exilio, aparece también en este poema el tema medieval de la rueda de la fortuna: “resisto lo que la Fortuna me arroja desde su archivo”; y más adelante: “lo que tiene principio no ha remedio que tenga afortunado fin muy pronto; / y yo, en espera de buen remedio del Sino, resisto mucho, y fuerte aguanto”.

La maravillosa ciudad real de Madinat al-Zahra, ubicada a cierta distancia de la capital y residencia del califa junto a los árabes dirigentes, también es recordada por Ibn Zaydún como el paraíso de la comunidad islámica:

“¡Qué maravilla era Medina Azahara y qué precioso su panorama!
¡Qué robustez en su esencia, qué suavidad en su aliento y aroma!
¡Qué belleza en su construcción, qué adornada por encima!
¡Era un Paraíso de Edén y el Río Kawtar para nuestra gran Umma!
Su vista alegre aumentaba la vida en prosperidad llegando a su máximo colmo.” (108-110)

En estos versos se expresan los deseos de unificación de al-Andalus y el anhelo de recuperación del antiguo esplendor. De manera que se puede concluir que Ibn Zaydún recrea una imagen idealizada de al-Andalus cuyo símbolo es su capital Córdoba, que además es la ciudad natal del poeta.

Cuentos de la Alhambra: el pasado andalusí entre visiones


Washington Irving (1783-1859) llegó a España como diplomático de la embajada de su país en el año 1826. En 1829 realizó una excursión desde de Sevilla a Granada en compañía de un amigo, miembro de la embajada rusa en Madrid. Irving vivió por algún tiempo en la Alhambra, que entonces estaba habitada. En los Cuentos de la Alhambra el autor relata su experiencia del viaje hacia Granada y la estadía en el palacio, además de narrar numerosas leyendas en torno a ella. El propósito de estos relatos es reconstruir la historia de al-Andalus, conocerla a través de sus restos o vestigios y también reflejar una experiencia personal en la que el autor advierte que el elemento arábigo es parte de la identidad española, tal como lo manifiesta en la dedicatoria a su amigo David Wilkie:

“Recordará usted que, en las andanzas que realizamos juntos una vez por algunas de las viejas ciudades de España –singularmente Toledo y Sevilla–, advertimos una fuerte mezcla de lo sarraceno con lo gótico, reliquias conservadas desde el tiempo de los moros; y que fuimos sorprendidos con frecuencia por escenas e incidentes callejeros que nos recordaban pasajes de Las mil y una noches. Entonces me estimuló usted a que escribiese algo que pudiera ilustrar esas peculiaridades, “algo al estilo de Harum al Raschid” que tuviese regusto de ese perfume árabe que todo lo impregna en España. Traigo esto a su memoria para hacerle ver cómo, en cierto modo, es usted el responsable de la presente obra, en la que he recogido algunos “arabescos” de la vida y de las leyendas, basados en tradiciones populares, pergeñadas principalmente durante mis estancia en uno de los lugares más morisco-españoles de la Península.” (Irving 17)

El viajero norteamericano responde al perfil del intelectual, de manera que, como prototipo del historiador romántico, reúne lo histórico y lo literario, mezclando realidad y fantasía, así lo señala en “El palacio de la Alhambra”:

“Para el viajero imbuido de sentimiento por lo histórico y lo poético, tan inseparablemente unidos en los anales de la romántica España, es la Alhambra objeto de devoción como es la Caaba para todos los creyentes musulmanes. ¡Cuántas leyendas y tradiciones, ciertas o fabulosas; cuántas canciones y baladas, árabes y españolas, de amor, de guerra y de lides caballerescas, van unidas a este palacio oriental!” (53)

Efectivamente, los Cuentos de la Alhambra combinan mito y realidad, puesto que contienen algunos datos verídicos y otros ficticios, cuya fuente son las abundantes leyendas existentes sobre aquellas tierras. A la crónica se une la búsqueda de lo maravilloso, lo mítico y lo fantástico. Los cuentos de Irving intentan reproducir al modo oriental algunas leyendas de princesas cautivas, de amores entre cristianos y musulmanas, de encantamientos, de tesoros escondidos, etc. Todas ellas tienen un trasfondo histórico y han sido recogidas, principalmente de Mateo Jiménez, su guía y escudero, y de los vecinos de la Alhambra en reuniones celebradas en el palacio.

La experiencia de Irving proviene esencialmente de sus lecturas y de su conocimiento de la historia, es así que asimila lo visto con lo leído en el Quijote, en los romances árabes y en Las mil y una noches, incluso llama por el nombre de Sancho al criado que los acompaña durante el viaje, dada su similitud con el escudero. Otro ejemplo de la tendencia del autor a reconocer en la experiencia lo aprendido en los libros, es la relación que establece entre uno de los habitantes de la Alhambra, la viejecita María Antonieta Sabonea, conocida con el nombre de “Reina Coquina”, y Scherezade.

La visión romántica, tanto sobre la Edad Media como sobre Oriente, tiende al exotismo, de manera que el imaginario romántico incide en la fascinación de Irving por la descripción de maravillas orientales, recreando una España llena de magia, cargada de elementos sobrenaturales, tal como la describe en “Importantes negociaciones”:

“Estoy pisando una tierra encantada y me encuentro rodeado de románticos recuerdos. Desde que en mi lejana infancia, a orillas del Hudson, recorrí por vez primera las páginas de la vieja y caballeresca historia apócrifa de Ginés Pérez de Hita sobre las guerras civiles de Granada y las luchas de sus valientes caballeros Zegríes y Abencerrajes, fue siempre esta ciudad objeto que despertó mis sueños; mi fantasía recorrió con frecuencia las románticas estancias de la Alhambra.” (71)

El autor intenta recuperar una época histórica a través de las leyendas y de su propia observación: desde la torre de Comares, Irving recrea ciertas imágenes que corresponden a escenas de la España musulmana, sus visiones no son estáticas sino que abunda en ellas la descripción de cuadros móviles en los que personajes de la época como Colón, Boabdil, los reyes católicos Fernando e Isabel, entre otros, son revividos. También alude al descubrimiento de América, un hecho crucial que delimita el fin de la Edad Media y el inicio de los tiempos modernos. Así, en estas narraciones al-Andalus es re-construido a partir de la experiencia de la ruina; el palacio de la Alhambra, Andalucía y Granada se vuelven espacios míticos.

La leyenda de Boabdil, último rey nazarí de Granada, motiva a Irving a establecer la verdad en torno a su huida y, luego, a revivir la ruta que hiciera el monarca musulmán. En varios cuentos se menciona la leyenda del encantamiento de Boabdil, su corte y ejército, quienes se encontrarían encerrados en una montaña y una vez al año, en la víspera de San Juan, quedarían libres del hechizo para salir a visitar sus antiguas residencias. Este acto mágico sería una forma de mantener vivo el pasado musulmán de España.

Veremos que el mismo personaje es el punto de partida de la novela de Francois René de Chateaubriand (1769-1848) El último Abencerraje.

En definitiva, en los Cuentos de la Alhambra se exhibe la visión de escenas que mezclan imaginación y conocimiento. A partir de la observación de las ruinas y la evocación de hechos históricos, Irving realiza un proceso de reconstrucción del pasado andalusí, atraído, al igual que otros viajeros europeos románticos, por la aventura, las leyendas, el exotismo, las historias de bandoleros, todo ello unido a la literatura y las construcciones arquitectónicas de legado árabe.


El último Abencerraje: la mirada sobre el mundo primitivo

El viajero francés visitó Granada en 1807 y se inspiró en ella para su novela. El último Abencerraje narra el regreso de Aben-Hamet a Granada, veinticuatro años después de la salida de Boabdil hacia el norte de África.

El personaje se traslada desde Túnez, región donde los Abencerrajes fijaron su morada, motivado por el recuerdo de la antigua patria y con el propósito de buscar algún descendiente de los Vivar para salvar el honor de su familia en un duelo. En Granada se enamora de Blanca una española cristiana, nieta del Cid. Durante un paseo por la Alhambra, los amantes, ignorantes de la verdad sobre su estirpe, se declaran su amor, estableciendo una condición: Blanca le dice a Aben-Hamet que como musulmán sólo será su amante sin esperanza, pero como cristiano será su esposa feliz. Por su parte, Aben-Hamet le responde: “Cristiana, seré tu desconsolado esclavo; musulmana, seré tu afortunado esposo”. De esta manera, queda fijado un pacto basado en la conversión del «otro».

Antes de volver a Túnez, para despedirse de su madre, aquejada de una enfermedad mortal, Aben-Hamet le jura a Blanca amarla por siempre y tomarla por esposa “cuando haya conocido al Profeta”, regresando a Granada todos los años para ver si ha renunciado a su fe. En el mismo tono, Blanca le responde que lo esperará y que lo recibirá por esposo “cuando el Dios de los cristianos haya tocado su infiel corazón”. Transcurrido un año se mantenía el amor entre Aben-Hamet y Blanca, pero también la adhesión de los dos amantes a la religión de sus padres. Al tercer año, Aben-Hamet encuentra a Blanca en compañía de su hermano Carlos, quien mantenía el odio hacia los infieles heredado de la sangre del Cid. Finalmente, Aben-Hamet decide renunciar a su culto y va en busca de Blanca, quien se encontraba junto a su hermano en una fiesta en el Generalife. Sin embargo, el Abencerraje se entera, en ese momento, del linaje de Blanca y da a conocer quién es realmente, tras ello, Blanca le pide a Aben-Hamet que vuelva al desierto.

En El último Abencerraje las dos religiones en pugna constante, musulmanes y cristianos, son presentadas en contraste y se ponen en juego el honor, la nobleza y los sentimientos caballerescos. Por otro lado, el exotismo se manifiesta en la descripción de la ciudad de Granada, se dice, por ejemplo, que los ríos del Genil y el Darro arrastran oro y plata.

Las descripciones de Granada se suman a un fragmento de la última parte del Itinerario de París a Jerusalén (1810-1811) donde Chateaubriand relata los detalles de un viaje emprendido entre 1805 y 1806. Para Said la escritura de Chateaubriand corresponde a la categoría de textos orientalistas en la que el viaje a oriente supone la realización de un proyecto personal:

“Chateaubriand llevó a Oriente un montón de objetivos y suposiciones personales que allí descargó, y después se dedicó a tomar el pulso de los lugares, las ideas y la gente de Oriente, como si nada pudiera resistirse a su imperiosa imaginación.” (Said 211)

Se advierte en su discurso la idea de una Europa civilizada en contraposición a un Oriente en estado salvaje, así en El último Abencerraje se califica a los musulmanes de «primitivos» y «simples». De manera que la construcción del «otro» se basa en presupuestos ideológicos que tienden a imponer una visión preestablecida de lo oriental, el autor francés se apropia de la realidad andalusí y la representa a su manera como un campo de disputa religiosa en tono caballeresco, es decir, como una nueva cruzada en la que triunfa, final y definitivamente, el Cristianismo y sus valores.

Conclusiones

Los autores estudiados se remontan a distintos periodos de al-Andalus y a diferentes símbolos de su historia. Cada uno de ellos recrea al-Andalus a partir de un tiempo y un espacio particular, así Ibn Zaydún se centra en Córdoba durante el siglo XI, época de la caída del Califato, mientras que para Irving el palacio de la Alhambra lo motiva a rememorar el antiguo reino de Granada (1232-1492), dominado por los nazaríes, el último periodo de la historia de al-Andalus. Chateaubriand escoge algunos personajes claves, como Boabdil y el Cid, además del linaje de los Abencerrajes, para revivir un mundo de musulmanes ya vencidos tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos.

Como románticos Irving y Chateaubriand coinciden en el desarrollo del gusto orientalista, atrayéndoles lo maravilloso y lo exótico de al-Andalus, su mirada es mucho más distante que la de Ibn Zaydún, para quien al-Andalus es símbolo de grandeza y orgullo, de esplendor incomparable. Tanto Irving como Chateaubriand se inspiran en las leyendas caballerescas de Zegríes y Abencerrajes, pero mientras el francés recurre a ellas para potenciar su narración, el norteamericano niega su veracidad.

Ambos autores forman parte de un grupo de escritores y viajeros que salieron en busca de Oriente durante el siglo XIX, dejándonos su interpretación al respecto. La diferencia de perspectivas sobre al-Andalus se manifiesta en el tono narrativo, la clase de imágenes, los temas y motivos que cada autor utiliza en su escritura. En los textos revisados el «yo» del escritor se apropia de la realidad visitada (al-Andalus) formando una visión en la que actúa su ideología, su cultura y su nacionalidad, de manera que cobra vital importancia el punto de vista o punto de hablada en la práctica discursiva, dado que el sujeto que escribe siempre tiene una posición particular con respecto a la realidad referida, ya sea oriental, ya sea medieval:

“Porque si es cierto que ninguna obra humanística puede permanecer ajena a las implicaciones que su autor tiene en tanto que sujeto humano, determinado por sus propias circunstancias, debe ser cierto también que ningún europeo o americano que estudie Oriente puede renunciar a las circunstancias principales de su realidad: que él se enfrenta a Oriente, primero como europeo o americano y después como individuo.” (Said 31)

¿Qué era Oriente para el viajero del siglo XIX? Una realidad exótica, mágica, atractiva, primitiva y premoderna, como también ha sido considerada la época medieval. En este sentido es evidente que, si Edad Media y Oriente se reducen a las mismas categorías fijas ‒desde la perspectiva europea moderna‒ el Islam resulta un conservatorio de costumbres «medievales». Producto de la expansión colonial, se construye una imagen primitiva del «otro» para justificar la dominación, lo cual se traduce en la aplicación de “toda clase de metáforas medievales, sobre todo el vocabulario de la caballería y el feudalismo. Al colonizar a esos primitivos, y a esos feudales, les aportamos la Ilustración y les sacamos de su largo sueño medieval.” (Le Goff 49)

Fuentes citadas:

Chateaubriand, Francois René: El último Abencerraje. Barcelona: Ramón Sopena, 1966.

Ibn Zaydún: Casidas selectas. Madrid: Cátedra, 2005. Edición bilingüe de Mahmud Sobh.

Irving, Washington: Cuentos de la Alhambra. Madrid: Alianza, 2001.

Ganim, John: Medievalism and orientalism: three essays on literature, architecture and cultural identity. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2008.

Le Goff, Jacques: En busca de la Edad Media. Buenos Aires: Paidós, 2004.

Said, Edward: Orientalismo. Madrid: Libertarias/Prodfhufi, 1990.